De mi ooteca, o al menos, así fue como la conocí, nacimos catorce hermanos y yo, en una época de prosperidad y de mucha abundancia. Algunos nos llaman Periplaneta americana y otros simplemente "cucarachas". En aquél entonces, había mucha agua, mucha comida y teníamos un buen sitio que llamábamos "hogar".
Un buen día del cuál ya no recuerdo la fecha, llegó un un nuevo inquilino a instalarse en la habitación principal de nuestro preciado refugio. Al principio no nos dimos cuenta que venía acompañado de un ser extraño y peludo, ¡quién iba a pensar qué sería mi primer encuentro con la muerte. Como de costumbre, estábamos mis hermanas y yo recolectando comida para la colonia, sin sospechar que pronto mi vida cambiaría. De pronto, un gato saltó sobre una de mis hermanas, y con sus patitas la sostuvo un gran rato hasta que mi hermana se cansó de pelear por su vida, finalmente eso no cambiaría la situación en la colonia, ya que cada 50 o 55 días nacen más hermanitas mías.
Al principio pudimos soportarlo, los pelos, los ronroneos, y así, pasaron muchos años. Un buen día, nuestro compañero de cuarto se mudó y ni adiós nos dijo, un par de días después estaba llegando una nueva inquilina. Por un par de días no nos iba tan mal, a pesar de las gritos constante que pegaba nuestra visitante. Hasta que un día llegó un hombre muy extraño vestido de café con un símbolo rojo en el brazo y una mochila muy extraña.
El primer día la colonia se redujo a más de la mitad. Algunas sobrevivimos gracias a los escondites que tenemos muy resguardados debajo del lavabo de la cocina, así que pensamos que no pasaría más.
La vida continuaba para nosotros, claro que extrañábamos a nuestras hermanas muertas, pero venían más en camino, algunas nacerían hoy, otras mañanas, otras la siguiente semana y otras en un mes.
Poco a poco recuperábamos a la normalidad y todo indicaba nuestra pronta recuperación, pero no fue así. Una semana después volvió el mismo hombre vestido de café, –"fumigaciones Roachbusters"– gritaba, todas, corrimos a escondernos al verlo nuevamente, el terror había llegado se apoderó de nuestros sentidos, nuestro Apocalipsis había llegado otra vez. Ésta vez, no hubo lluvia de veneno, al retirarse el sujeto, esperamos un par de horas hasta que todo fuera seguro.
Al salir al exterior, todo parecía no haber cambiado en lo absoluto, salvo que nos habían dejado un regalo exquisito esparcido en algunos puntos de la casa, era una cosa que nos llamaba, nos atraía y era irresistible. Mis hermanas empezaron a comer y llenarse en abundancia, se retiraron pacíficamente hasta nuestros escondites. Aparentemente todo iba bien, pero en par de horas después, empezó la intoxicación. Carachita, una de mis hermanas mayores que habían sobrevivido al primer encuentro con el señor de café, se empezó a sentir mal, –"me duele la pancita"– me dijo, pensé que seguramente habría sido por comer mucho.
Ese día yo no tenía hambre, vivía afectado por tantas muertes a mi alrededor. De pronto, Carachita empezó con vómito y diarrea, pero no solo ella, varios de la colonia también se sintieron mal. Nuestras crías se vieron atraídas por el vómito de nuestras hermanas y empezaron a comer, para nosotros es muy normal comer nuestro vómito y nuestro excremento, así que no le dimos importancia. Poco a poco nuestra colonia se fue reduciendo. Durante 3 largas semanas, sufrimos la visita del señor de café, el asesino de cucarachas. Para su tercera visita las últimas sobrevivientes decidimos dejar nuestro hogar y mudarnos a los alrededores, ese lugar ya no era seguro para ninguna de nosotras y teníamos que asegurar la supervivencia de nuestra especie.
Ahora vivo tranquilamente, poco a poco la colonia se va recuperando y nosotras le ponemos mucho empeño para tener más crías para repoblar. Cada tres meses, o incluso más, veo pasar al señor de café a nuestra antigua casa, en ese momento cierro mis ojos y le rezo una plegaria a Dios para que el señor de café no cruce la calle, y fumigue nuestro nuevo refugio.
Nota:
En el mundo existimos casi 5,000 especies de cucarachas, pero sólo 30 tienen tendencia a ser plagas. Estas pocas afectan la imagen de un grupo de insectos que presumimos de una rica e increíble diversidad de formas. Y sí, nosotras también nos achicharramos con la radiación.
Solo el 1% de las especies de cucarachas que hay en el mundo son una peste, y un porcentaje de ese uno por ciento podría estar instalada en tu hogar.